jueves, 1 de octubre de 2009

La cólera de un particular

El rey de T’sin mandó decir al príncipe de Ngan-ling: “A cambio de tu tierra quiero darte otra diez veces más grande. Te ruego que accedas a mi demanda”. El príncipe contestó: “El rey me hace un gran honor y una oferta ventajosa. Pero he recibido mi tierra de mis antepasados príncipes, y desearía conservarla hasta el fin. No puedo consentir en ese cambio”.El rey se enojó mucho, y el príncipe le mandó a T’ang Tsu de embajador. El rey le dijo: “El príncipe no ha querido cambiar su tierra por otra diez veces más grande. Si tu amo conserva su pequeño feudo, cuando yo he destruido grandes países, es porque hasta ahora lo he considerado un hombre venerable y no me he ocupado de él. Pero si ahora rechaza su propia conveniencia, realmente se burla de mí”.T’ang Tsu respondió: “No es eso. El príncipe quiere conservar la heredad de sus abuelos. Así le ofreciérais un territorio veinte veces más grande, igualmente se negaría”.El rey se enfureció y dijo a T’ang Tsu: “¿Sabes lo que es la cólera de un rey?”. “No”, dijo T’ang Tsu. “Son millones de cadáveres, y la sangre que corre como un río en mil leguas a la redonda”, dijo el rey.T’ang Tsu preguntó entonces: “¿Sabe vuestra majestad lo que es la cólera de un simple particular?”. Dijo el rey: “Es perder las insignias de su dignidad y marchar descalzo golpeando el suelo con sui cabeza”.“No –dijo T’ang Tsu–, ésa es la cólera de un hombre ordinario, no la de un hombre de valor. Cuando un hombre de valor se ve obligado a encolerizarse, como cadáveres aquí no hay más que dos, la sangre corre apenas a cinco pasos. Y sin embargo, China entera se viste de luto. Hoy ha llegado ese día”.Y se levantó, desenvainando la espada.El rey se demudó, saludó humildemente y dijo: “Maestro, vuelve a sentarte. ¿Para qué llegar a esto? He comprendido”.
(Autor anónimo chino; seleccionado por Rodolfo Walsh y publicado en el suplemento “Gregorio”, de la revista Leoplán, Buenos Aires, 1964).

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