jueves, 8 de octubre de 2009

Recuerdos Perfectos – Luciana Sierra.

A mí me parece que vos tenés muchas pero muchas ganas de escribir una novela. Y deberías intentarlo. Pero mientras tanto… hay que escribir cuentos. Y los cuentos son más pequeños. Son más cerrados, son más ¿Cómo decirlo? Artesanales. Si la novela cuenta el casamiento, el cuento cuenta la primera mirada.
En tu cuento hay una búsqueda muy interesante de preparar el momento final, como si todo el cuento fuera la larguísima alfombra roja que al final de la fiesta van a usar los protagonistas para salir. La cuestión es que una vez que se fueron, alguien enrolla esa alfombra y la guarda para la próxima fiesta (¿vos pensabas que la mandaban a la tintorería?) Y esa alfombra no es nada, no significa nada, nadie la recuerda porque nadie se tomó el trabajo de agacharse y tocarla, nadie la recordará por suave, ni por ancha. Eso sí, todos la recordarán por roja. Entonces, el color es lo genérico, lo que todos esperamos de una situación, lo que recordaremos AUNQUE NO LO HAYAMOS VISTO. Tranquila que todo esto me lleva hacia algún lugar. Recuerdos perfectos es una historia que no tiene lo que promete. No hay amores pasajeros, pero tampoco amores eternos, no hay amor empalagoso, pero tampoco el elegante momento de seducción. Quizás el cuento sea los minutos de espera de Pedro en la calle. Quizás eso es lo que tendrías que haber narrado, porque lo demás, pequeña artista silenciosa, lo demás vamos a recordarlo (por el color) aunque no lo digas.
Estás logrando acercarte a un tono más ágil, lentamente, a pesar de las palabras novelescas que el otro día marcamos juntos. También hay un equilibrio interesante entre la narración y los diálogos. Hay un tema con el personaje principal: yo no lo veo. Pareciera que no es muy linda, pero no lo terminamos de saber. No digo que sea fundamental, pero el punto de vista queda un poco roto cuando no es nada visible, sobre todo en un cuento de amor. La pregunta es: ¿valía la pena, Pedro?

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