sábado, 19 de septiembre de 2009

La peluca – Patricia Mascheroni

El cuento es una sucesión de voces, es la acción desde la nada y hacia el decir. Y el dueño total de la voz, inicialmente es el escritor. Pero indefectiblemente la delega en un ente ficcional que es el narrador, esta narrador, personaje o no, es el dueño del poder de decir, jurídicamente sería el que tiene jurisdicción “Iurisdictium”. Este juez del cuento, a su vez, delega o presta su voz, cede ese poder de decir en otros. El último eslabón de esta cadena de cesiones es el discurso directo, el diálogo sin interferencias ni mediaciones entre nuestros personajes.
Todo diálogo debe responder a determinados presupuestos que son o bien formales o bien estratégicos. Formalmente deben ser intercambios breves, ordenados y con poca información. Estratégicamente deben ser dinámicos y verosímiles; medianamente cumple tu diálogo con estos presupuestos, pero en el límite; por momentos se nota que hay una necesidad de dar cierta información o de resaltar determinada característica de uno de los personajes presentes o de los ausentes. Yo no elegiría un cuento tan racional o reflexivo para aplicarlo al diálogo. Si hay discurso directo y resulta que es una reflexión, entonces no queda nada para que el lector ponga de su parte. El diálogo debe ser para los personajes y no para el lector, es algo entre ellos; en este caso en donde además tiene que armar una trama, elegiría que la trama se termine de realizar en el lector, a través de hechos que pertenezcan al dominio público y que no necesiten explicitarse.
El verosímil tiene además su contracara en el argumento plano y sin dudas, en la ausencia de inquietud. Creo que el final no alcanza a sacar al lector de cierto sopor en que se desarrolla la conversación de las dos amigas.

1 comentario:

  1. Lucas, sigue sin quedarme demasiado clara la idea de transformación. Es que no logro distinguirla en muchos casos. ¿Podrás subir alguna definición clara? Gracias

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