miércoles, 25 de noviembre de 2009

“El espíritu humano se inclina naturalmente a suponer en las cosas un orden y una semejanza mayores de los que en ellas se encuentran; y en tanto que la naturaleza esta llena de excepciones y de diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud. De allí, esa ficción de que todos los cuerpos celestes describen, en su movimiento, círculos perfectos” Descartes (Oeuvres philosophiques, París, 1963, t.I. pag. 77)

El niño proletario

Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria.
Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario.
El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.
En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario.
Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande.
Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al nino proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror.
Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa.

¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo.
La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre.
Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror
oh por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.
A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y. Nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión.
No desfallecer, Gustavo, no desfallecer.
Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación.
Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación.
Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los ojos y en los órganos del goce.
Porque el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo gris, mugriento y desflecado.
Esteban se lo arrancó y quedaron al aire las nalgas sin calzoncillos, amargamente desnutridas del niño proletario. El goce estaba ahí, ya decretado, y Esteban, Esteban de un solo manotazo, arrancó el sucio tirador. Pero fue Gustavo quien se le echó encima primero, el primero que arremetió contra el cuerpiño de ¡Estropeado!, Gustavo, quien nos lideraría luego en la edad madura, todos estos años de fracasada, estropeada pasión: él primero, clavó primero el vidrio triangular donde empezaba la raya del trasero de ¡Estropeado! y prolongó el tajo natural. Salió la sangre esparcida hacia arriba y hacia abajo, iluminada por el sol, y el agujero del ano quedó húmedo sin esfuerzo como para facilitar el acto que preparábamos. Y fue Gustavo, Gustavo el que lo traspasó primero con su falo, enorme para su edad, demasiado filoso para el amor.
Esteban y yo nos conteníamos ásperamente, con las gargantas bloqueadas por un silencio de ansiedad, desesperación. Esteban y yo. Con los falos enardecidos en las manos esperábamos y esperábamos, mientras Gustavo daba brincos que taladraban a ¡Estropeado! y ¡Estropeado! no podía gritar, ni siquiera gritar, porque su boca era firmernente hundida en el barro por la mano fuerte militari de Gustavo.
A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes, ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo incorporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano desocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol. Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé.
Mientras tanto ¡Estropeado! se ahogaba en el barro, con su ano opaco rasgado por el falo de Gustavo, quien por fin tuvo su goce con un alarido. La inocencia del justiciero placer.
Esteban y yo nos precipitamos sobre el inmundo cuerpo abandonado. Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de nada irían a servirle. Nunca más correteos, correteos y saltos de tranvía en tranvía, tranvías amarillos.
Promediaba mi turno pero yo no quería penetrarlo por el ano.
—Yo quiero succión —crují.
Esteban se afanaba en los últimos jadeos. Yo esperaba que Esteban terminara, que la cara de ¡Estropeado! se desuniera del barro para que ¡Estropeado! me lamiera el falo, pero debía entretener la espera, armarme en la tardanza. Entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante, azul, con el punzón. Le abrí un canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro hueso, crispados los nódulosfalanges aferrados, clavados en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de gozar. Con mi corbata roja hice un ensayo en el coello del niño proletario. Cuatro tirones rápidos, dolorosos, sin todavía el prístino argénteo fin de muerte. Todavía escabullirse literalmente en la tardanza.
Gustavo pedía a gritos por su parte un fino pañuelo de batista. Quería limpiarse la arremolinada materia fecal conque ¡Estropeado! le ensuciara la punta rósea hiriente de su falo. Parece que ¡Estropeado! se cagó. Era enorme y agresivo entre paréntesis el falo de Gustavo. Con entera independencia y solo se movía, así, y así, cabezadas y embestidas. Tensaba para colmo los labios delgados de su boca como si ya mismo y sin tardanza fuera a aullar. Y el sol se ponía, el sol que se ponía, ponía. Nos iluminaban los últimos rayos en la rompiente tarde azul. Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe, lívido Gustavo miraba el sol que se moría y reclamaba aquel pañuelo de batista, bordado y maternal. Yo le di para calmarlo mi pañuelo de batista donde el rostro de mi madre augusta estaba bordado, rodeado por una esplendente aureola como de fingidos rayos, en tanto que tantas veces sequé mis lágrimas en ese mismo pañuelo, y sobre él volqué, años después, mi primera y trémula eyaculación.
Porque la venganza llama al goce y el goce a la venganza pero no en cualquier vagina y es preferible que en ninguna. Con mi pañuelo de batista en la mano Gustavo se limpió su punta agresiva y así me lo devolvió rojo sangre y marrón. Mi lengua lo limpió en un segundo, hasta devolverle al paño la cara augusta, el retrato con un collar de perlas en el cuello, eh. Con un collar en el cuello. Justo ahí.
Descansaba Esteban mirando el aire después de gozar y era mi turno. Yo me acerqué a la forma de ¡Estropeado! medio sepultada en el barro y la di vuelta con el pie. En la cara brillaba el tajo obra del vidrio triangular. El ombligo de raquítico lucía lívido azulado. Tenía los brazos y las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase. Con el punzón le alargué el ombligo de otro tajo. Manó la sangre entre los dedos de sus manos. En el estilo más feroz el punzón le vació los ojos con dos y sólo dos golpes exactos. Me felicitó Gustavo y Esteban abandonó el gesto de contemplar el vidrio esférico del sol para felicitar. Me agaché. Conecté el falo a la boca respirante de ¡Estropeado! Con los cinco dedos de la mano imité la forma de la fusta. A fustazos le arranqué tiras de la piel de la cara a ¡Estropeado! y le impartí la parca orden:
—Habrás de lamerlo. Succión—
¡Estropeado! se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño, aumentándome el placer.
A otra cosa. La verdad nunca una muerte logró afectarme. Los que dije querer y que murieron, y si es que alguna vez lo dije, incluso camaradas, al irse me regalaron un claro sentimiento de liberación. Era un espacio en blanco aquel que se extendía para mi crujir.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Pero también vendrá por mí. Mi muerte será otro parto solitario del que ni sé siquiera si conservo memoria.
Desde la torre fría y de vidrio . De sde donde he con templado después el trabajo de los jornaleros tendiendo las vías del nuevo ferrocarril. Desde la torre erigida como si yo alguna vez pudiera estar erecto. Los cuerpos se aplanaban con paciencia sobre las labores de encargo. La muerte plana, aplanada, que me dejaba vacío y crispado. Yo soy aquel que ayer nomás decía y eso es lo que digo. La exasperación no me abandonó nunca y mi estilo lo confirma letra por letra.
Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto.
Los despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más. Mi mano los palpaba mientras él me lamía el falo. Con los ojos entrecerrados y a punto de gozar yo comprobaba, con una sola recorrida de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. Se ocultaba el sol, le negaba sus rayos a todo un hemisferio y la tarde moría. Descargué mi puño martillo sobre la cabeza achatada de animal de ¡Estropeado!: él me lamía el falo. Impacientes Gustavo y Esteban querían que aquello culminara para de una buena vez por todas: Ejecutar el acto. Empuñé mechones del pelo de ¡Estropeado! y le sacudí la cabeza para acelerar el goce. No podía salir de ahí para entrar al otro acto. Le metí en la boca el punzón para sentir el frío del metal junto a la punta del falo. Hasta que de puro estremecimiento pude gozar. Entonces dejé que se posara sobre el barro la cabeza achatada de animal.
—Ahora hay que ahorcarlo rápido —dijo Gustavo.
—Con un alambre —dijo Estebanñ en la calle de tierra don de empieza el barrio precario de los desocupados.
—Y adiós Stroppani ¡vamos! —dije yo.
Remontamos el cuerpo flojo del niño proletario hasta el lugar indicado. Nos proveímos de un alambre. Gustavo lo ahorcó bajo la luna, joyesca, tirando de los extremos del alambre. La lengua quedó colgante de la boca como en todo caso de estrangulación.



Del libro "Sebregondi retrocede", de Osvaldo Lamborghini, publicado en 1973 © herederos de Osvaldo Lamborghini

Tren 84

Capaces de cualquier cosa los dos.
Hasta el culo drogados como insectos,
Torpes y que me importa por ahora,
Y casi siempre desnudos.
Tenerte es muchas veces una espada
Pero nunca la vaina, nunca

jueves, 19 de noviembre de 2009

Que la inocencia te valga – Luciana Sierra

Escribiste un cuento buenísimo. Sobre todo en lo que tiene que ver con la tensión en la historia; eso no se logra solamente cambiando la “tematica” del cuento sino entendiendo como sostener una situación sin que se desarme.
El primer logro es haber evitado contar todo lo que pasa entre el mareo de Delia y su secuestro. Esa larga sucesión de hechos que debieron incluir el traslado desde el bar, la mirada de muchos, el riesgo y la pesadez de un cuerpo sin fuerza, lo evitaste; gran logro.
Lo segundo, una vez que ella está ahí, evitaste que el desenlace fuera demasiado rápido, lo hiciste durar en el tiempo; gran segundo logro.
Y lo que marcamos durante el taller para que quede también por escrito, es lo importante de encontrar estos tríos de personajes que forman una situación como de control mutuo y recíproco.
Cuenta la historia que una mujer, capturada en una guerra, estaba encerrada e iba a ser violada por todo el batallón, empezando por supuesto por el oficial a cargo. Cuando entra, ella lo seduce, le hace creer que esta disfrutando con él, y el oficial entonces dice: no la toca nadie, ella es mía. Asi se evitó ser violada por todos los demás. Para la anécdota es interesante, para la historia, es la instalación de un trío: la mujer-el oficial-los soldados. Así vistos, la relación de fuerzas es tensa e interesante.
El nombre está bien pero yo buscaría algo que cavara más adentro, porque creo que el cuento dice mucho más que eso no te parece? Felicitaciones. Gran cuento.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Policia Metropolitana

Antes la injusticia que el desorden (Goethe)

Tren 100

De los barcos que bajen
las náufragas devueltas,
navegando el peligro
quieto de la tierra;
De los barcos que bajen
tus promesas ahora,
que volar no sea nada
al lado de tus ojos.

Sueños

Hay un lugar donde ocurren mis sueños. Un lugar inmanente y desquiciado donde mayormente tienen lugar casi todas las cosas que sueño. En uno de sus lados donde ahora hay una enorme muralla amarillenta y con rastros de demolición, que da a la calle, hubo –como incrustada en lo más alto- una habitación que originariamente era de un pariente antiquísimo, probablemente el primer dueño de toda la construcción. Siempre anciano, con una gorra con elástico detrás y una visera raída y celeste, estuvo confinado allí, cuidado por una mujer gorda adoptada por la familia. Asociada a mis primos del lado de mi mamá, esa habitación fue usada por mi prima Laura mientras estuvo internada. Y toda esa parte de la casa está ocupada por mis primos y mi abuela, aunque nada de eso es definitivo.
Ahora, es decir en los sueños más recientes, ese murallón está vacío, pero el que soy en los sueños recuerda que antes, allí, estaba colgado ese cuarto.
Mi padre aparece siempre afuera y en perspectiva, y actúa como si no conociera ese lugar, en donde alternativamente yo vivo y no vivo. También es el lugar en donde tengo que encontrarme con alguien. De noche está fuertemente iluminado.
Visto de lejos todo el complejo es moderno y nuevo, y de alguna manera extraña e irreal está construido de espaldas al río. Pero de cerca no. No hay río, ni construcción moderna, y sobre todo no hay unidad; a algunos lugares sólo se accede por una terraza, que permite saltar a la otra y así indefinidamente, hasta llegar a un sitio desde el cual se ve un patio lleno de cosas mías, un patio inaccesible que veo desde muy arriba. Cosas mías como una pelota de goma rayada o un juguete de plástico rojo, ese tipo de cosas. Siempre hay un último lugar de acceso que está detrás de un conjunto de escaleras.
No todo el edificio es de la familia, y aunque en todos los espacios he visto a familiares durmiendo o cocinando o mirando la televisión, ocasionalmente un desconocido me obliga a tomar distancia, a detener la carrera de una huida, a esconderme. A veces simplemente esa presencia me hace tomar conciencia de que estoy en un lugar público.
Sobre la pared demolida hay siempre luz o suceden ahí las cosas diurnas, mientras que en el laberinto de las escaleras funcionan los sueños más nocturnos. Hay faroles encendidos y nunca está demasiado iluminado. Las personas son sombras que aparecen allí o acá y que sólo se hacen nítidas en el radio de mi visión, como si yo mismo fuera la luz de un farol apocado que se mueve en la negrura.
Sólo unas pocas veces aparece gente muy cercana. Que se entienda, todo el sitio es muy familiar, y sí es cierto que mis primos y mi mamá entran y salen, pero nunca se acercan demasiado o yo no lo recuerdo. Después de la muerte de mi papá, impresionado quizás por ese hecho, me despierto con el recuerdo de alguna conversación que tuve con él. Dos particularmente: en la entrada del lugar, mirando hacia adentro y pidiéndome que entrara a ver por él alguna cosa, o –algo que se repite muchas más veces- papá saliendo del baño con el torso desnudo, sus anteojos puestos y el pelo peinado para el costado, joven y risueño. Nunca soñé a papá con la cabeza rapada por los tratamientos que recibía.
Pero casi siempre veo el lugar desde lejos, como subido en la loma de una colina urbanizada, con una magnífica perspectiva. Y no siempre estoy seguro de cómo acceder hasta allí. En realidad sé que debo hacer el recorrido por la calle que da al río, como rodeando el barrio, y esperar a ver la entrada que nunca aparece y que no conozco. Porque el camino hasta allí no es tan sencillo, y en realidad termino adentro después de pasar por otros lugares que son parecidos pero donde vive gente extraña; todo el pasaje por casas ajenas es siempre una aventura inquietante.
El único lugar que reconozco en la vigilia es la zona de los ascensores. Después de atravesar las escaleras, algunas veces entro en un largísimo pasillo que lleva hacia los ascensores. Todo se corresponde con un edificio en el cual viví en mi adolescencia, en la calle Mario Bravo. Pero en los sueños hay ascensores durante todo el pasillo, y por supuesto nunca paran en mi piso. Como perdido en un laberinto, esa serie de infinitos ascensores e infinitos pisos van minando mi tranquilidad y es común que termine despertándome sobresaltado. Otras veces encuentro una escalera –que es la escalera real de ese edificio- y corro hacia abajo colgándome de las barandas y dando grandes saltos. Aunque sucede que se repite el primer piso varias veces, es frecuente que pueda bajar hasta la planta baja. Cuando llego, veo la puerta de salida y al encargado y a su mujer, dos personajes naturalmente extraños, mirándome.
-Crees en la inspiración o en la constancia?

-En la constancia. Pero cuando llega la inspiración te das cuenta de que la constancia es una verdadera mierda. Lo que hay que hacer es provocar la inspiración, y para hacerlo hay que ser constante.
Bolaño dixit

COMO SER UN GRAN ESCRITOR

por
CHARLES BUKOWSKI

tienes que cogerte a muchas mujeres
bellas mujeres,
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Anda al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.
no te exijas.
duerme hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
más
el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.
quédate con la cerveza,
la cerveza es continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay,
está bien
igual.

¿Cómo se forma un lector?, por Beatriz Sarlo

Una pregunta de difícil respuesta, que vale también, por ejemplo, para espectadores deportivos o televidentes. Y un ciudadano, ¿cómo se forma?_______________________________________
POR BEATRIZ SARLO*.
bsarlo@viva.clarin.com.ar

Llaman de un organismo oficial dedicado a las bibliotecas populares. Van a sacar una revista para los bibliotecarios y están buscando algunos artículos sobre un tema misterioso: ¿cómo se forma un lector? Las respuestas son conocidas: el papel de la escuela, de los maestros, de la familia, etc. Pero en la pregunta hay algo que me deja pensando y me doy cuenta de que, más allá de las fórmulas institucionales, no hay una respuesta.

Realmente, ¿cómo se forma un lector? O quizás, ¿es posible formar un lector? Dicho con mayor precisión: ¿un lector de qué? Es perfectamente posible que todo el mundo se entrene en las habilidades necesarias para ser lector; también es posible poner libros y material escrito, impreso o no impreso, al alcance de todo el mundo. Sin embargo, este programa mínimo es muy difícil de cumplir. En las últimas décadas, por ejemplo, la Argentina ha dado pruebas de que no lo cumple y de que muchas escuelas no están en condiciones de distribuir las habilidades necesarias por razones educativas internas y por motivos que chocan con la escuela e influyen sobre ella, como la desigualdad y la pobreza. Todo esto es bien sabido, pero nos deja lejos de la pregunta.

Probablemente la respuesta sea imposible. Un televidente se forma sentado frente a la televisión. Si llegara un extraterrestre con nuestras mismas disposiciones intelectuales y durante una semana mirara televisión, sabría casi todo lo necesario para convertirse en televidente. Es más difícil la formación de un aficionado a cualquier música popular. No quiero decir simplemente un fanático de una banda, sino un aficionado, alguien que entiende de estilos, diferencia intérpretes, conoce períodos más allá del estricto presente; no quien escucha música como ruido de fondo o siente amor por un solo artista. Sin embargo, a pocos les interesa la pregunta sobre cómo se forma un aficionado al rock o a la salsa.

¿Cómo se forma alguien que sepa ver fútbol o tenis o hockey sobre césped? Entiendo bien que nadie piensa que el destino de la sociedad pasa por formar espectadores que se concentren como expertos mientras que a su alrededor las hinchadas suscriben el viejo principio de que los goles son amores y no buenas razones. Hay motivos para que eso no le interese a nadie, aunque quizás alguien debiera preocuparse de que el deporte sea, para una gran mayoría, algo que se mira y no se juega. La pasión deportiva que casi todos sienten es una pasión de la mirada que no toca el propio cuerpo.

¿Cómo se forma un ciudadano? La escuela parece nuevamente responsable de responderla bien y con éxito. Sin embargo, los mejores profesores de instrucción cívica del planeta no pueden competir con un par de periodistas televisivos incultos o malévolos que, un día cualquiera, agitan la opinión pública con la falsedad de que la libertad condicional de un encausado equivale, en la práctica, a declararlo inocente. Es bueno preocuparse por la formación de los lectores, pero casi me parece más importante la de ciudadanos que puedan distanciarse de los peores representantes del establishment audiovisual.

Una pregunta interesante, ya que hablamos de televisión, sería cómo se forma un público que no corone los programas de Susana Giménez con las cinco estrellas de la popularidad. ¿Es posible ese público? ¿O se trata sólo de una fantasía de intelectuales enajenados del mundo?

Si supiéramos cómo se forma un lector, probablemente también sabríamos responder a las preguntas sobre la formación de ciudadanos y de públicos musicales, deportivos o audiovisuales. Pero, en el fondo, no sabemos cómo se forma un lector, aunque conocemos bien cuáles son las destrezas necesarias. Por supuesto, sabemos cómo se forma un lector de libros técnicos, de divulgación histórica, de autoayuda o best-sellers: esos libros entregan casi exactamente lo que prometen, valen lo que cuestan. Lo que ignoramos es cómo se forma un lector que soporte la incertidumbre y la complejidad. En pocas palabras: no sabemos cómo se forma un lector de literatura.

*ESCRITORA Y ENSAYISTA

El jugador

Había unos quinientos metros hasta el casino. Tomamos la alameda de los castaños hacia el square, donde dimos la vuelta, y entramos directamente en el casino. El general estaba un poco más tranquilo, porque nuestro ji!, cortejo, aunque muy excéntrico, no carecía de dignidad. Y no había nada de sorprendente en el hecho de que una persona enferma y débil, privada del uso de sus piernas, visitara el balneario. Pero, evidentemente, el general le tenía miedo al casino. ¿Por qué una inválida, y vieja por añadidura, iba a Ia ruleta? Paulina y mademoiselle Blanche caminaban una a cada lado del sillón rodante. Mademoiselle Blanche reía, mostrando una discreta alegría, y de vez en cuando cambiaba palabras triviales con la abuela, de tal manera que ésa acabó llenándola de cumplidos.. Por otra parte, Paulina se veía obligada a responder a las innumerables e incesantes preguntas de la anciana, pregunta cómo éstas: «¿Quién es ése?», «¿Quién es esa mujer del coche?», «¿Es muy grande la ciudad?», «¿Es grande e1jardín», «¿Qué árboles son ésos?», ¿Cómo se llaman esas montañas?», «¿Hay águilas aquí?» «¡Qué tejado tan ridículo!.
Mister Astley, que iba a mi lado, me dijo que esperaba mucho de aquella mañana

Dostoievsky

jueves, 12 de noviembre de 2009

Sobre techos volados – Valeria Varela

“Con esa mano y ese gancho puedes hacer lo que quieras, y hay cosas que hace mejor un gancho que la mano entera, un gancho no siente dolor si tiene que tirar de un alambre o sostener un hierro, ni se corta , ni se quema, y te digo que manco es Dios, e hizo el universo.”
Con esa frase convence Fray Bartolomeu a Baltasar Sietesoles de ponerse a trabajar en la máquina de volar. La voz es importante para los personajes, no dejes que la poesía te arrebate esa fuerza. Recién al final (Dejame ir, abajo me están esperando) veo a la mujer. El resto es súper abstracto, la acción es muy importante en la narrativa, porque genera una explosión diferente que la inacción. También desde ahí puede escribirse un cuento, pero conviene que eso suceda en el plano subterráneo, y que en la superficie, la acción mande con más fuerza.
Hay como una especie de morosidad en la obra que nunca llega a desenredarse, un equilibrio que se mantiene inalterado ¿entendes? O sea aunque pase algo en ella, no pasa nada en la obra, e incluso lo que pasa, ya está pasando desde sie3mpre. Equilibrio-desequilibrio-nuevo equilibrio es lo único que no puede faltar en un cuento.

Rebeca – Guadalupe Rosa

La tercera persona nos lleva a un lugar equivocado. Para la literatura eso no es tan bueno, pero vos hiciste con ello un recurso que creo que llega a buen término. No recuerdo ahora este tipod e engaños entre los narradores más “literarios”, pero como sea conseguiste que te siguiéramos hasta allí.
De cualquier manera el cuento s un buen ejemplo para repetir algunos conceptos, como por ejemplo el tema de los indicios; si él la engaña, y deja el rouge en su camisa, y la trata mal y ella por eso trata de suicidarse, eso no está mal, pero hay cosas que quedan fuera de tensión con la aparición de esa carta, fuera de peligro, y por lo tanto fuera de registro literario.
No se olviden de la combinación tiempo y espacio, en la urgencia hay siempre una experiencia cuentística, en eso que ocurre o que va a ocurrir de manera inminente.
Muy bien el hilo argumental y la secuencia narrativa, quizás dos de los detalles más difíciles al escribir.

San Juan 82 – Guadalupe Rosa

Bueno, muy bien. El cuento tiene muchas cosas buenas, sobre todo en la parte dramática; es decir, está muy bien dialogado y tiene esa provisionalidad que tienen los diálogos, con sus interrupciones, con sus frases inconclusas.
Tenés mucho cuidado de no ser reiterativa en algunos momentos. Cuando él medita sobre su juventud y la tintura, no hace falta que diga “Aunque estas arrugas intenten…” porque ya has logrado decís eso con el recurso de la tintura; una cosa o la otra. Para una situación tan puntual, las dos es demasiado.
Ojo además con los tiempos verbales. Una sola falla puede destruir un cuento. Empezás el cuento en presente absoluto “Acá estoy” y seguís en pasado.

El tema de la coincidencia con la dirección y el encuentro con Daniela es fuerte pero esa historia se dicontinúa se diluye; hay algo entre su cobardía y la muerte de Daniela, un vinculo que no se alcanza a entender.

Finalmente, el desenlace. Está muy bien logrado, se nota la urgencia, esa sensación es legítima, íntegramente armada desde lo literario. Y la urgencia es siempre atractiva
Yo personalmente rompería ese orden que impusiste a tu cuento, y dado el tema, haría una estructura más borgeana. Es decir el tipo se ve a sí mismo, pero no dice nada. La reflexión es posterior a la huida.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Deja-vu – Mabel Suarez

Por de pronto repetiría algunas de las cosas que le dije a Luciana respecto de la economía del discurso en los cuentos. Si bien en “Deja vu” está trabajado con mayor cuidado, también me parece percibir una multiplicación evidente en el esfuerzo por afirmar el fracaso de Clarita.
Por otro lado, el cuento está enmarcado temporalmente, y en la figura repetida de madre e hija. Pero no creo que el cuento este ahí, sino mas bien, como te dije, en la estadía de Clara en la Capital y en ese juego con las cartas que me parece super interesante. En definitiva, sostengo que ese final, cuando vuelve al pueblo, es mucho más literario después del engaño, y mucho más sorpresivo, porque ella trae consigo una mentira que sostener. Easo es lo que sse proyecta hacia adelante, y lo que el lector entiende como un final de cuento. El fracaso verdadero que va a dar batalla al éxito inventado. Por otro lado Delia Godoy, repitiendo la historia, no figura como tensión en la historia y parece más bien traída formalmente para generar ese efecto que –aunque poético y hermoso- podría no estar sin alterar lo más importante del cuento, que es esta vacilación (muy en el tono freudiano) de realidad vs. Irrealidad.
Buscaría entonces hacer foco en el personaje, hacerlo más nítido, para poder aprovechar toda su picardía, todo su esfuerzo, y para sentir como se acerca ese extraño e incómodo lugar de la irrealidad en el cuento.

Rio – Valeria Varela

Si me dejo llevar por la belleza de las frases, entonces no sería un buen maestro para vos. Ni para nadie, se entiende.
Creo que el cuento exige del lector un salto desmesurado hacia la interpretación: en mi barrio, socarronamente, lo llamarían especulación. Es decir, quizás encontremos, buscando afanosamente, palabra por palabra, un camino que nos llevara a la interpretación total y acabada de tu idea; como fuera, si hace falta tanto, empiezo a entender la wii. (chiste)
En serio, el retruécano puede estar allí escondido pero yo no lo encuentro, para mí es un relato en donde no hay una crisis puntual.
Lo que haya pasado pasó hace tiempo, y vos estas esquivando ese conflicto poniéndolo lejos de la tensión, quitándole urgencia. Y la urgencia, Varela, lo es todo.
Cuando no hay urgencia uno de los problemas es caer en la revelación como en un hueco, y entonces el cuento es una fábula. No queremos eso. La función poética debe estar siempre del lado de los buenos, y los buenos estamos del lado de la comunicación. Tamaña paradoja no es tal: Borges escribió “estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.

Despertar – Luciana Sierra

Una de las condiciones que la literatura más agradece es la economía. Ojo, no hay que confundir economía con brevedad. Hay cuentos largos y cuentos larguísimos. No es brevedad lo que les pido, no es ni siquiera síntesis –mucho menos- sino economía.
Y economía es no repetir las ideas con palabras y volver a repetirlas con acciones, con pensamientos y con sugerencias.
A ver. Un ejemplo clásico: Nachi se acostó, se tapó con una frazada y miró llover por la ventana. Hacía frío. En la helada noche se podían escuchar los ruidos del puerto, y un tren quebrando en dos la lluvia torrencial.
¿Se tapó con una frazada? Debe ser porque hace frío. ¿El tren quiebra en dos la lluvia? Es porque llueve. ¡la helada noche! Ya lo sabíamos…
Ya se que es una exageración, pero me gustaría que leyeras “Despertar” y trataras de identificar esas duplicaciones, y las subrayes, va a ser un ejercicio muy productivo te lo aseguro.
En los diálogos pasa algo parecido. Hay cosas que por el contexto el lector imagina o repone, y no hace falta que los personajes lo hagan explícito. Una muestra de ello es el pequeño diálogo de Miguel con Lastrange, cuando Lastrange le dice “aquí los esperaré”. Ese gesto, esa demora que sufre el texto no es productiva, no ocurre nada, ni desde la acción ni desde la tensión. ¿Adónde va a ir Lastrange que lleva años allí sentado, esperando?
Todo ello se ve reforzado por el uso de la tercera persona, a la que no le perdonamos esas fallas, mucho menos que a los personajes porque el narrador no puede tener intención, ni secreto, ni estilo, más que acompañando a los personajes en los suyos.
Aunque la corrección haya sido tajante, espero que te sirva de estímulo, ya que has crecido muchísimo en esta nueva etapa, en diferentes aspectos de tu escritura, y este es un paso más.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

martes, 3 de noviembre de 2009

VIII Premios literarios Constantí 2009

Historias de la tierra GÉNERO. Relato (narración de ficción o realista, cuento, leyenda tradicional, historia de vida, crónica, diario, ensayo, carta, descripción paisajística y/o de costumbres, artículo).TEMA. Historias de la tierra. LENGUA. Castellana o catalana. EXTENSIÓN. Relatos de 2 a 6 folios (DINA4 a doble espacio). CATEGORÍAS. 1) Hasta los 16 años 2) De los 17 a los 20 años 3) Adultos PREMIOS. Obras de arte y publicación en libro de los 30 mejores trabajos. PLAZO. Hasta el 20 de noviembre de 2009. Presentar el original del relato con nombre, domicilio, teléfono, e-mail y edad del autor (no es preciso sobre cerrado).CONVOCA. Ayuntamiento de Constantí. INFORMACIÓN. www.silvaequips.es · tel. 977 24 88 83DIRECCIÓN. Enviar por e-mail: constantirelat@telefonica.net, o por carta a Silva editorial. Ap. 218 · 43080 Tarragona

lunes, 2 de noviembre de 2009

Woody Allen

Cuatro semanas han pasado, pero aún me resisto a creer que Sandor Needleman haya muerto. Estuve presente en la incineración y, por expreso deseo de su hijo, llevé ostras y caviar, pero unos pocos de nosotros pensábamos sólo en el dolor que nos embargaba.
Needleman vivía obsesionado con su funeral, y en cierta ocasión me dijo:
-Prefiero que me incineren a que me sepulten, y ambas cosas a un fin de semana con la señora Needleman. Decidió, por último, que le incineraran y donó sus cenizas a la Universidad de Heidelberg, que las esperació a los cuatro vientos y obtuvo un depósito a cuenta de la urna.
Aún le estoy viendo con su traje arrugado y su jersey gris. Profundas meditaciones absorbían su atención, y con frecuencia, al ponerse la chaqueta, se le olvidaba quitar el colgador. Se lo recordé una vez, durante la ceremonia de graduación en Princeton y, sonriendo beatíficamente, comentó:
-Bueno, quienes discrepan de mis teorías, al menos creerá que soy ancho de hombros.

De "Recordando a Mr. Needleman", en Perfiles, Woody Allen

Cesar Vallejo

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son...
Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o lo heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

Feria de Frankfurt

Tanto tiempo hablando de que Borges es un personaje de Borges, ahora resulta que Martin Fierro es un personaje de ¿Martín Fierro?. Así lo entendieron los organizadores de la Feria de Frankfurt, en la cual Argentina será invitada de honor durante el año 2010. Tendrán que investigar un poco más -apenas- para no seguir diciendo que tanto Borges como Martín Fierro son importante escritores de nuestro país. Alemanes de Alemania.

Takashi Murakami, Cosmos, 2001